Los domingos, a pesar de que todo está prácticamente cerrado, se pone un mercado justo en el centro de la ciudad. Además de frutas y verduras que parecen recién cortadas, venden ropa, libros, antigüedades, quesos (si tienes suerte te toca una muestra gratis, el que me dieron a probar estaba buenísimo) y, quizá mi parte favorita, comida.
Además de crepas y pizzas, hay comida china, marroquí (¡qué bien olía el tajin!) turca y de muchos lugares más.
Esperando una crepa |
El día estaba increíblemente soleado y bello.
Cruzamos por el castillo y nos sentamos al sol en una banca por un rato, nuestra dosis de vitamina D en mucho tiempo. El sol duró poco y al cabo de un rato diluviaba. Así son las cosas en Normandía. C’est la vie!