14 jul 2011

C'est fini! Au revoir!

Pues todo tiene un fin. Y hoy termina esto. Fue increíble. Francia me encantó. Aprendí mil cosas en la escuela pero sobre todo fuera de ella... fabriqué unas muy buenas nostalgias, y ahora regreso a casa.


13 jul 2011

Paris, une dernière fois

Como no podía ser de otra forma, Paris me despidió con lluvia. 



Pero luego de un rato el día se despejó. Perfecto para dar un paseo por los jardines del museo Rodin.



Y para ir a Montmartre para ver Paris por última vez... al menos por ahora.


Paris, tu me manques déjà!

Guess where I´m going on friday?


Jaja, la foto.

El tiempo vuela.

Mamma mia!

Siempre quise ir a Italia, y me gustó más de lo que imaginaba!

El itinerario fue Roma, Florencia, Venecia y Verona. Todas son ciudades increíbles, ninguna me defraudó. Pero por ahora ya no hay tiempo de subir muchas fotos ni de contar muchas cosas... pero pronto se los cuento en vivo!

En la capilla sixtina pasé hooooras, literal, no podía irme, es increíble!


Y el agua de Roma es deliciosa, fría y refrescante!

 Florencia es un sueño...

Ni tiempo tengo de girar la foto!



Y Venezia... molto bella!


La última parada fue Verona...


Arrivederci Italia! Un placer!

12 jul 2011

Honfleur

Antes de irme a Italia fui a Honfleur.  De todos los lugares en Normadía que sirvieron de inspiración a los pintores impresionistas, Honfleur es el lugar impresionista por excelencia. Es un lugar de lo más pintoresco y bello.



Ladurée!!!


Hablando de caprichos…




Subí a la torre Eiffel, fui al Panteón, a los jardines de Luxemburgo… pero quizá mi parte favorita fue entrar a Ladurée y comprar macarons!

Rocamadour


No sé dónde ni cómo me enteré de la existencia de Rocamadour, pero desde que vi las fotos de esa ciudad empotrada en las rocas me encapriché con ir.  Al estar planeando mi tour me complicó la vida incluir esta ciudad en el recorrido, pero al final lo logré. Fue la parte final de mi viaje, antes de volver a Paris y también fue la más loca. Para llegar ahí desde Lourdes tuve que tomar tres trenes. Finalmente me bajé del último tren y me encontré en la estación de tren más austera que he visto. 


Fui la única persona que se bajó ahí y en la estación no había empleados, ni baños, ni una maquinita de dulces, ni nadie, ni nada. Ahí comencé a sospechar que algo raro pasaba, pero no fue hasta salir de la estación que mis sospechas se vieron confirmadas. Por alguna razón yo esperaba salir de la estación de tren y darme de bruces con una montaña y tener que subir la vista para recorrer con la mirada la ciudad saliendo de la misma roca.

En su lugar me encontré con cuatro casas y un perro. Voltee a mi alrededor esperando ver Rocamadour a lo lejos pero todo era más plano y más solitario que nada. Si seguía el camino a mi derecha llegaba a una carretera, y hacer eso me pareció lo más lógico, así que comencé a caminar. Al llegar ahí vi un hotel- camping y decidí ir a preguntar en dónde rayos estaba y porque no veía Rocamadour por ningún lado. Comenzaba a sospechar que me encontraba en una ciudad homóloga y que me había equivocado pero al entrar en la recepción vi unos folletos con la foto de Rocamadour, lo cual me tranquilizó, estaba en el lugar correcto. Peeeero, al preguntar a la señora de la recepción como llegar a Rocamadour caminando me miró con cara de lástima y me dijo que estaba a 4 kilómetros. “Tienes que llamar a un taxi” me dijo. Pero luego de mi primera y única experiencia en Francia con los taxis, decidí que no era una opción y que caminaría. Al decir esto la señora me echó una mirada de “alla tú, es una locura”. 

4 kilómetros. En realidad no es tanto, lo sé, pero hay que tomar en cuenta que ya llevaba varios días viajando, tenía los pies destrozados, iba cargando una maleta y una bolsa y… al borde de la carretera prácticamente no había un sendero por el que pudiera caminar. Así que iba caminando por esa desolada carretera, temiendo que un auto me arrollara en cualquier momento, maldiciendo la hora en la que se me ocurrió ir a ese lugar, rogando porque no lloviera… y como si fuera poco, uno de mis (nuevos) zapatos se me rompió a medio camino.

Todo lo que veía a mí alrededor era esto…


Y esto…

me dieron ganas de mejor quedarme en la granja Lacoste
 
Por fin llegué a un lugar poblado y vi que había una oficina de turismo. Debo estar cerca, me dije. Al preguntar ahí la chica me dijo que estaba solo a un kilometro (un kilometro más!) y yo angustiada le pregunté si después habría que subir. “No, subir no, bajar”. Eso me dio ánimos y seguí mi camino. Y de pronto, inesperadamente, me topé con esto:


Y me dije que solo por esa vista ya todo había valido la pena. Y también comprendí porque no veía ninguna montaña, y porque no había que subir, sino bajar. Rocamadour está en el fondo de un valle (o algo así)  rodeado de verde. 




 Es una pequeña ciudad, que tiene un castillo (en la parte más alta) un santuario (lugar muy importante de peregrinación. Louis IX, Philippe le Bel, Francis Poulenc y otros monitos importantes hicieron alguna vez la peregrinación hasta ahí) y casitas encantadoras. 






Pasado el impacto de estar en un lugar tan increíble y conforme se acercaba la noche mi angustia crecía… ¿cómo voy a volver a la gare? No quería, y no podía, volver caminando y me imaginaba en medio de la noche caminando por la carretera siendo arrollada por un auto cuyo conductor no me había visto en medio de la oscuridad.

¿Y cómo volví?

autostop!
 
Primero me dije que si pasaban diez autos y ninguno se detenía comenzaría a caminar. El problema no fue que no se detuvieran, sino que no pasaba ni un alma. Todo estaba desolado. Pero finalmente vi que venía un auto… ¡y se detuvo! 

Y así fue como llegué a la estación de tren… cuatro horas antes de que mi tren saliera. En cualquier otra estación no hubiera habido problema, pero en esta esperar cuatro horas fue un martirio. Sin baño, con una mísera banca incómoda, sin nadie en kilómetros a la redonda, sin saber de qué lado de la vía esperar el tren...


Y esto fue lo que hice durante cuatro horas…

libro, diario de viaje y sándwich
El problema fue cuando oscureció, porque en toda la estación solo había una luz muy tenue y los mosquitos no dejaban de molestar, y comenzó a hacer frio y no había donde refugiarse… ¡las cosas que una pasa por encapricharse con ir a un lugar! 

Pero, la verdad sea dicha, todo valió la pena, ¡Rocamadour me encantó!